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jueves, 8 de marzo de 2007

Reflexiones sobre conflictos y ego....






Reflexiones sobre los conflictos desencadenados por el ego -parásito de la personalidad de cada uno que busca ser satisfecho y obtener dominio a través de su huesped transitorio'.

No nos corresponde juzgar.

Cada juicio que hacemos nos lleva a dualidades: aceptar-rechazar, alabar-censurar, acoger-expulsar.

Cada juicio que emitimos revela más nuestra personalidad con sus limitaciones y rasgos distintivos que la condición de quien juzgamos o de los eventos en que nos involucramos al autonombrarnos jueces.

Cada uno de nosotros al juzgar podemos ser el pequeño árbol en el valle que pretende describir la inmensidad que lo rodea desde el minúsculo espacio en que esta sumergido, o el pequeño árbol en la colina que ante la perspectiva del paisaje extendido hasta el horizonte pretendiera retratar minuciosamente las características difusas y vagas de los elementos distantes.

Todos los seres vivos junto al entorno natural cumplimos propósitos. Ninguno de nosotros es ajeno al propósito de su existencia.

Las dificultades, los retos, las interrelaciones en que participamos, las acciones que recreamos hacen parte de esos propósitos.

Lo que hacemos afecta a los demás y lo que ellos hacen nos afecta a nosotros, positiva o negativamente, constructiva o destructivamente, según lo interpretemos.

Cada personalidad en todo momento está condicionada por sus más oscuras limitaciones o por sus luminosos atributos.

Nosotros somos los demás, los otros.

Lo que tememos hace parte de las elecciones de nuestra mente, lo mismo que lo que queremos.

La sabiduría de nuestro ser está fundamentada en la paz y en el desapego.

Desde una actitud de paz nacen nuestros sentimientos de seguridad que deshacen el temor.

Desde nuestra actitud de amor hacia nosotros mismo y hacia los demás nace la libertad que nos concedemos y les concedemos como desapego -dejar fluir, permitir ser-.

Cuando vemos con temor estamos creando distorsiones en nuestra visión, asumimos que algo o alguien puede causarnos daño o destruir nuestro equilibrio.

El ego, ese parásito de nuestra personalidad y de nuestra mente que busca en todo momento controlar e imponer su contradictorio y caprichoso sistema de creencias se manifiesta a través de nosotros con acciones disociadoras y conflictivas

Nos mostramos vulnerables y rehusamos el poder de crear y cambiar que es propio de nuestro ser.

Pareciera que nos retiramos mientras otra mente obra a través de nosotros, pero no es así. Es el ego, el falso yo que busca ser satisfecho y complacido, lo que establece transitoriamente nuestro comportamiento a través de sus precarias e insustanciales interpretaciones de la dinámica de la vida.

Nos somete momentáneamente a sus inestables instrumentos de dominio basados en el temor -que es lo opuesto al amor-, en la culpa, el reproche, el resentimiento, la separación, la discriminación.

Todo esto puede llevarnos a estados de depresión caracterizados por melancolía, tedio, aislamiento, autocompasión, baja autoestima, condiciones alternadas de ataque-defensa, irritabilidad o apatía. Si no somos concientes de la confusión que nuestro ego ha maquinado y establecido podemos finalmente lograr manifestar enfermedad en el cuerpo físico.

Cómo permanecer en paz

Nuestras vidas son una extensión de la creación de Dios, y no se manifiestan por azar.

Somos parte de la armonía del Universo.

Como extensiones de la Mente de Dios, nuestra mente puede expresar una voluntad particular para adherirse a los amorosos propósitos de la vida y fluir ecuánimemente con cada tarea, cada relación y cada reto.

Somos seres vivos que representamos personalidades en mundos que evolucionan a través de la integración y el autoconocimiento.

Hacemos nuestro aprendizaje por medio de cambios constantes y progresivos.

Cuando realizamos la recta acción y la recta comprensión, nuestras acciones nos transforman en personas equilibradas, apacibles y acogedoras.

Cuando actuamos desde una posición de conflicto y confrontación, nos mostramos confundidos, temerosos y disociados.

¿Cómo nos sentimos? ¿Cómo nos relacionamos con quienes nos rodean y con el mundo?

Si la respuesta es positiva, de aceptación y armonía, con certeza actuamos desde la dimensión del ser que representamos.

Si la respuesta es negativa, de rechazo y pugnas violentas, actuamos desde la dimensión del ego.

Según nuestra elección, así será el resultado.

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