*Era un perro vagabundo que se encontró un hueso muy viejo, pelado y
totalmente seco. Entusiasmado, empezó a roerlo y entonces una de las
esquirlas le hizo una herida en la boca, de la que comenzó a manar
abundante sangre. El perro, degustando su propia sangre, se creía que era un
hueso reciente y al que le estaba sacando una provechosa sustancia. Roía y
roía el hueso, sintiéndose muy feliz por el revitalizante y sabroso jugo que
extraía del mismo y pensando que estaba nutriéndose convenientemente.*
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*Comentario*
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*La mente da vueltas sin cesar pero, a menudo, no llega a otra parte que no
sea el hastío, la confusión o la servidumbre con respecto a alimentar
pensamientos automáticos de deseo, odio, afanes insustanciales o extravíos
de la conciencia. Aunque cree, incluso, que les saca alguna sustancia a
tales idas y venidas mentales, no se trata más que de un vano y desertizante
charloteo que invita a las reacciones en cadena, fija opiniones ajenas o
disparatadas, alimenta el lado negativo de la imaginación, hace a la mente
indómita y puede fortalecer al enemigo interior. También nos aferramos a ese
tipo de fárrago mental, cuando es mucho más sabio, constructivo, integrador
y saludable prestar atención a lo que se piensa, se dice, se hace o se vive
en el momento presente, evitando así los automatismos mentales y psíquicos
que, por su propia naturaleza, merman mucha frescura, energía y vitalidad a
la mente, y originan su envejecimiento prematuro, intranquilidad y desorden.
Si uno pone orden en su casa, ¿cómo no poner orden en ese hogar
infinitamente más cercano que es la mente y del cual no podemos
ausentarnos? Tendremos que empezar por comprobar ese continuo disparate de
la mente, para comenzar a trabajar mediante la vigilancia y el esfuerzo por
una mente más serena, clara y controlada. Pero una vez más no podremos
hacerla sin la atención, y por eso Buda insistía: «Yo declaro que la
atención es útil en cualquier parte».*
sea el hastío, la confusión o la servidumbre con respecto a alimentar
pensamientos automáticos de deseo, odio, afanes insustanciales o extravíos
de la conciencia. Aunque cree, incluso, que les saca alguna sustancia a
tales idas y venidas mentales, no se trata más que de un vano y desertizante
charloteo que invita a las reacciones en cadena, fija opiniones ajenas o
disparatadas, alimenta el lado negativo de la imaginación, hace a la mente
indómita y puede fortalecer al enemigo interior. También nos aferramos a ese
tipo de fárrago mental, cuando es mucho más sabio, constructivo, integrador
y saludable prestar atención a lo que se piensa, se dice, se hace o se vive
en el momento presente, evitando así los automatismos mentales y psíquicos
que, por su propia naturaleza, merman mucha frescura, energía y vitalidad a
la mente, y originan su envejecimiento prematuro, intranquilidad y desorden.
Si uno pone orden en su casa, ¿cómo no poner orden en ese hogar
infinitamente más cercano que es la mente y del cual no podemos
ausentarnos? Tendremos que empezar por comprobar ese continuo disparate de
la mente, para comenzar a trabajar mediante la vigilancia y el esfuerzo por
una mente más serena, clara y controlada. Pero una vez más no podremos
hacerla sin la atención, y por eso Buda insistía: «Yo declaro que la
atención es útil en cualquier parte».*
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