Un sabio maestro, contó a sus discípulos la siguiente historia:
“… Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no podían ver casi nada.
Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea y así, compartiendo la llama con todos, la caverna se iluminó”.
Uno de los discípulos preguntó: - “Qué nos enseña, maestro, este relato?”
El Sabio contestó: - “Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que por el contrario la hace crecer.”
“… Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no podían ver casi nada.
Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea y así, compartiendo la llama con todos, la caverna se iluminó”.
Uno de los discípulos preguntó: - “Qué nos enseña, maestro, este relato?”
El Sabio contestó: - “Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que por el contrario la hace crecer.”
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