Era nuestra cabaña soñada. Novecientos metros cuadrados de lujoso
espacio con vista a una majestuosa cascada, en la ladera posterior
del Monte Timpanogos, cerca de las colinas de la famosa Sundance Sky
Resort Redford. Mi esposa y yo necesitamos varios años para
diseñarla, planearla, construirla y amueblarla. Sin embargo, sólo
fueron necesarios 10 segundos para que se destruyera por completo.
Recuerdo la tarde del desastre como si fuera ayer. Martes 13 de
febrero de 1986, el día anterior a nuestro noveno aniversario. Había
nevado mucho ese día, aproximadamente un metro. Aún así, mi esposa
desafió al clima para subir al cañón desde nuestro hogar en Provo,
Utah, para visitar nuestra casa recién terminada en la montaña.
Acompañada por nuestro hijo de seis años de edad, Aaron, ella partió
temprano esa tarde y se detuvo en el camino para comprar algunos
ingredientes para un pastel, para celebrar nuestro día especial. Yo
me reuniría con ella más tarde y llevaría a Aimee, nuestra hija de
nueve años, así como a Hunter, nuestro hijo menor.
Mi primer aviso del peligro llegó alrededor de las 3:00 p.m., con una
llamada de la patrulla de esquí de Sundance.
-Hay un problema en su cabaña. Será mejor que venga de inmediato.
No dieron más detalles. Aunque estaba retrasado para terminar el
proyecto de un libro, dejé mi computador y con ansiedad subí al cañón
por los caminos cubiertos de nieve. Cuando llegué a la estación de
esquí, el director del lugar y su personal me recibieron con
expresión sombría: `Hubo una catástrofe en la cabaña. Pensamos que su
esposa y su hijo estaban allí. Suba a mi vehículo de doble tracción.
Vámonos'.
La cabaña se encontraba junto a la loma principal de Sundance y era
accesible sólo por un camino de montaña angosto y serpenteante.
Cuando subimos por el camino, los altos bancos de nieve a cada lado
hacían que pareciera que recorríamos un laberinto. Continuamos la
subida por el angosto camino, hasta que el techo de cobre de la
cabaña se vio a lo lejos.
Al acercarnos, vi a mi esposa y a mi hijo en el camino, rodeados por
varios miembros de la patrulla de esquí de Sundance. Cuando bajé de
un salto del vehículo y corrí hacia ella, señaló los árboles arriba
de la cabaña. Quedé impresionado por lo que vi.
La estela de una avalancha monstruosa había demolido la ladera de la
montaña, arrancando fuertes árboles y quebrando sus troncos como si
fueran cerillos. Observé de nuevo la cabaña y pude notar que la
avalancha había pasado por nuestra casa en la montaña. En segundos,
había destrozado todas las ventanas y apilado toneladas y toneladas
de nieve en nuestra enorme sala, destruyendo los pisos y nuestros
sueños. Lo que quedaba era sólo un cascarón. En el, exterior,
nuestros muebles, que elegimos con tanto detenimiento, se encontraban
hechos pedazos en la nieve. Era una escena de devastación
impresionante que nunca olvidaré.
La patrulla de esquí nos apartó de inmediato de la zona de avalancha,
ya que amenazaban nuevas avalanchas. Regresamos a casa aturdidos,
sorprendidos e impresionados. Debo admitir que la pérdida de la
cabaña en verdad nos impresionó. Me preguntaba por que habíamos
tenido tan mala suerte como para perder nuestra hermosa casa en la
montaña. Por qué Dios permitía que sucedieran esas cosas?
La historia podría terminar aquí, pero entonces no se conocería el
milagro que sucedió ese día y que descubrí hasta ocho meses después.
En una reunión de negocios, un colega me formuló una pregunta que
parecía simple.
-Te contó tu esposa que ella y mi esposa casi tuvieron un accidente
en el camino a tu cabaña, el día que cayó la avalancha?
-No- respondí-. Qué sucedió?
-Bueno, mi esposa y nuestros hijos se hospedaban en nuestra cabaña en
Sundance. Debido a la fuerte nevada, decidieron salir y regresar a
casa. Antes de abandonar la cabaña, uno de los niños sugirió que
oraran para tener un viaje a casa a salvo. Inclinaron las cabezas y
ofrecieron una oración breve. En seguida, iniciaron el recorrido por
el angosto camino. Tu esposa, que conducía camino arriba, vio a mi
esposa y a los niños en nuestra Suburban. Cuando mi esposa frenó, el
coche no se detuvo. Serpenteó por el resbaloso camino de la montaña,
aumentando la velocidad. No podía hacer nada para detener el
vehículo. Finalmente en el último momento antes de que los dos
vehículos chocaran, ella giró el volante, chocando al frente de la
Suburban contra el banco de nieve a un lado del camino, mientras la
parte trasera de la camioneta chocó contra el banco de nieve del otro
lado del camino, bloqueando virtualmente el paso a tu esposa. Durante
casi una hora trataron de desatascar la Suburban y, finalmente,
tuvieron que pedir ayuda en la estación de esquí.
-Eso es sorprendente -contesté-. Mi esposa nunca me lo dijo.
Nos reímos del `accidente' y nos separamos. Entonces, captó la fuerza
de lo que acababa de revelarme. De no haber sido por ese
casi `accidente', mi esposa y mi hijo hubieran muerto en la avalancha!
Con frecuencia he pensado en ese `accidente' en el camino, Imagino a
mi esposa sentada allí, frustrada porque la Suburban bloqueaba su
camino hacia la cabaña. Puedo ver a la esposa de mi amigo en la
escena, avergonzada por la situación. Veo a los niños molestos,
confundidos y preguntándose si Dios en verdad escucha las plegarias.
En ese momento, todos vieron la situación como un desastre total.
Sin embargo, con perspectiva, era obvio que, sin saberlo,
todos habían participado en un milagro.
En la actualidad no me apresuro a juzgar los `desastres' que ocurren
de vez en cuando en mi vida.
Finalmente, cuando tengo disponible más información,
muchas de estas situaciones resultan ser milagros.
Cuando suceden `accidentes', trato de preguntarme:
`Qué milagro está haciendo Dios con esta mala fortuna?'
En lugar de preguntar:
`Por qué yo, Dios?,
simplemente digo:
`Gracias, Dios'.
espacio con vista a una majestuosa cascada, en la ladera posterior
del Monte Timpanogos, cerca de las colinas de la famosa Sundance Sky
Resort Redford. Mi esposa y yo necesitamos varios años para
diseñarla, planearla, construirla y amueblarla. Sin embargo, sólo
fueron necesarios 10 segundos para que se destruyera por completo.
Recuerdo la tarde del desastre como si fuera ayer. Martes 13 de
febrero de 1986, el día anterior a nuestro noveno aniversario. Había
nevado mucho ese día, aproximadamente un metro. Aún así, mi esposa
desafió al clima para subir al cañón desde nuestro hogar en Provo,
Utah, para visitar nuestra casa recién terminada en la montaña.
Acompañada por nuestro hijo de seis años de edad, Aaron, ella partió
temprano esa tarde y se detuvo en el camino para comprar algunos
ingredientes para un pastel, para celebrar nuestro día especial. Yo
me reuniría con ella más tarde y llevaría a Aimee, nuestra hija de
nueve años, así como a Hunter, nuestro hijo menor.
Mi primer aviso del peligro llegó alrededor de las 3:00 p.m., con una
llamada de la patrulla de esquí de Sundance.
-Hay un problema en su cabaña. Será mejor que venga de inmediato.
No dieron más detalles. Aunque estaba retrasado para terminar el
proyecto de un libro, dejé mi computador y con ansiedad subí al cañón
por los caminos cubiertos de nieve. Cuando llegué a la estación de
esquí, el director del lugar y su personal me recibieron con
expresión sombría: `Hubo una catástrofe en la cabaña. Pensamos que su
esposa y su hijo estaban allí. Suba a mi vehículo de doble tracción.
Vámonos'.
La cabaña se encontraba junto a la loma principal de Sundance y era
accesible sólo por un camino de montaña angosto y serpenteante.
Cuando subimos por el camino, los altos bancos de nieve a cada lado
hacían que pareciera que recorríamos un laberinto. Continuamos la
subida por el angosto camino, hasta que el techo de cobre de la
cabaña se vio a lo lejos.
Al acercarnos, vi a mi esposa y a mi hijo en el camino, rodeados por
varios miembros de la patrulla de esquí de Sundance. Cuando bajé de
un salto del vehículo y corrí hacia ella, señaló los árboles arriba
de la cabaña. Quedé impresionado por lo que vi.
La estela de una avalancha monstruosa había demolido la ladera de la
montaña, arrancando fuertes árboles y quebrando sus troncos como si
fueran cerillos. Observé de nuevo la cabaña y pude notar que la
avalancha había pasado por nuestra casa en la montaña. En segundos,
había destrozado todas las ventanas y apilado toneladas y toneladas
de nieve en nuestra enorme sala, destruyendo los pisos y nuestros
sueños. Lo que quedaba era sólo un cascarón. En el, exterior,
nuestros muebles, que elegimos con tanto detenimiento, se encontraban
hechos pedazos en la nieve. Era una escena de devastación
impresionante que nunca olvidaré.
La patrulla de esquí nos apartó de inmediato de la zona de avalancha,
ya que amenazaban nuevas avalanchas. Regresamos a casa aturdidos,
sorprendidos e impresionados. Debo admitir que la pérdida de la
cabaña en verdad nos impresionó. Me preguntaba por que habíamos
tenido tan mala suerte como para perder nuestra hermosa casa en la
montaña. Por qué Dios permitía que sucedieran esas cosas?
La historia podría terminar aquí, pero entonces no se conocería el
milagro que sucedió ese día y que descubrí hasta ocho meses después.
En una reunión de negocios, un colega me formuló una pregunta que
parecía simple.
-Te contó tu esposa que ella y mi esposa casi tuvieron un accidente
en el camino a tu cabaña, el día que cayó la avalancha?
-No- respondí-. Qué sucedió?
-Bueno, mi esposa y nuestros hijos se hospedaban en nuestra cabaña en
Sundance. Debido a la fuerte nevada, decidieron salir y regresar a
casa. Antes de abandonar la cabaña, uno de los niños sugirió que
oraran para tener un viaje a casa a salvo. Inclinaron las cabezas y
ofrecieron una oración breve. En seguida, iniciaron el recorrido por
el angosto camino. Tu esposa, que conducía camino arriba, vio a mi
esposa y a los niños en nuestra Suburban. Cuando mi esposa frenó, el
coche no se detuvo. Serpenteó por el resbaloso camino de la montaña,
aumentando la velocidad. No podía hacer nada para detener el
vehículo. Finalmente en el último momento antes de que los dos
vehículos chocaran, ella giró el volante, chocando al frente de la
Suburban contra el banco de nieve a un lado del camino, mientras la
parte trasera de la camioneta chocó contra el banco de nieve del otro
lado del camino, bloqueando virtualmente el paso a tu esposa. Durante
casi una hora trataron de desatascar la Suburban y, finalmente,
tuvieron que pedir ayuda en la estación de esquí.
-Eso es sorprendente -contesté-. Mi esposa nunca me lo dijo.
Nos reímos del `accidente' y nos separamos. Entonces, captó la fuerza
de lo que acababa de revelarme. De no haber sido por ese
casi `accidente', mi esposa y mi hijo hubieran muerto en la avalancha!
Con frecuencia he pensado en ese `accidente' en el camino, Imagino a
mi esposa sentada allí, frustrada porque la Suburban bloqueaba su
camino hacia la cabaña. Puedo ver a la esposa de mi amigo en la
escena, avergonzada por la situación. Veo a los niños molestos,
confundidos y preguntándose si Dios en verdad escucha las plegarias.
En ese momento, todos vieron la situación como un desastre total.
Sin embargo, con perspectiva, era obvio que, sin saberlo,
todos habían participado en un milagro.
En la actualidad no me apresuro a juzgar los `desastres' que ocurren
de vez en cuando en mi vida.
Finalmente, cuando tengo disponible más información,
muchas de estas situaciones resultan ser milagros.
Cuando suceden `accidentes'
`Qué milagro está haciendo Dios con esta mala fortuna?'
En lugar de preguntar:
`Por qué yo, Dios?,
simplemente digo:
`Gracias, Dios'.
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