"Cuentan las tradiciones populares de la India que existía en cierto campo una serpiente venenosa.
Nadie se aventuraba a pasar por allí, por miedo a ser atacado. Pero un hombre santo, al servicio de Dios, buscó la región , confiado más en el Señor que en sí mismo.
La serpiente lo atacó, irrespetuosa. Él la dominó, sin embargo, con el mirar sereno, y le dijo:
- Mi hermana, es Ley que no hagamos mal a nadie.
La víbora se recogió, avergonzada.
Continuó el sabio su camino y la serpiente se modificó completamente.
Buscó los lugares habitados por el hombre, como deseosa de reparar los antiguos crímenes.
Se mostró integralmente pacífica, pero ... , desde entonces, comenzaron a abusar de ella. Cuando identificaron su sumisión absoluta, hombres, mujeres y criaturas le tiraban piedras.
La infeliz se recogió en su cueva desalentada. Vivía afligida, miedosa y desanimada.
Es por eso, que el santo volviendo por el mismo camino, deliberadamente la visitó.
Se espantó, observando tamaña ruindad.
La serpiente le contó, entonces, la historia amarga.
Deseaba ser buena, afable y cariñosa, pero las criaturas la perseguían y le apedreaban.
El sabio pensó, pensó ... y después de oírla le respondió:
- Pero, mi hermana, hubo un engaño de tu parte.
Te aconsejé que no mordieras a nadie, que no practicaras el asesinato y la persecución, pero no te dije que evitases asustar a los malos.
No ataques a las criaturas de Dios, nuestras hermanas en el mismo camino de la Vida, pero defiende tu cooperación en la obra del Señor.
No muerdas, ni hieras, pero es preciso mantener al perverso a distancia, mostrándole tus dientes y emitiendo tus silbidos. "
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