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sábado, 28 de septiembre de 2013

De rodillas lastimadas...

Se cuenta que había en cierto pueblo una persona que era admirada por su gran devoción. Iba todas las mañanas, de rodillas, hasta una lejana capilla, a ofrendar además de sus oraciones, aquel dolor que le producía el llegar, de esa forma tan penosa, al altar. Cierta tarde, luego de terminar sus oraciones y listo para retomar la senda a casa de la misma forma en la que había llegado, un ángel se le apareció, como salido de la nada. Con suave voz le dijo: Hermano, ¿por qué razón lastimas tu cuerpo, que ni siquiera es tuyo, llegando al altar de esa forma? ¿No sabes que los pies están hechos para cumplir con el trabajo que equivocadamente cumplen tus rodillas? El hombre se sorprendió por las palabras del ángel… se preguntaba a sí mismo, si es que aquel ser celestial no tendría la suficiente sensibilidad espiritual como para comprender el gran sacrificio que diariamente llevaba a cabo. A punto estuvo de explicarle al ángel sobre su gran ofrenda diaria, cuando éste lo tomó de un hombro y lo puso de pié lentamente. Acercó sus labios al oído del maltrecho devoto y susurró estas palabras: Te he visto, día a día, hacer tu sacrificio. Oras por mucho rato, con tu boca… Tus rodillas han dejado ya marcas en el suelo del templo… Pero has olvidado algo… y debido a eso, has pasado por alto ciertas cosas… Cuando te vas, tu hijo siempre se pregunta por qué no lo llevas contigo, y te hecha de menos. Tu vecino sigue esperando hace años la ayuda que no le ofreces para llegar al templo; bien sabes que por su problema no puede hacerlo solo. Y sabes que cada día te ve pasar y ves en sus ojos el deseo que atesora de recorrer el mismo camino que tu transitas a diario. Al verte, suelo preguntarle a tu alma: Hermano, ¿dónde está tu corazón mientras haces tu ofrenda?... realmente, ¿qué es lo que ofrendas día a día?... ¿es que acaso, no sabes aún, que sólo el amor llega al altar de las ofrendas? Dicho esto, y tal como había aparecido, el ángel se retiró, desapareciendo como una pompa de jabón ante un soplo de viento. Aquél hombre, volvió a casa...caminando Al cruzar el portal, como siempre, lo esperaba su pequeño perro, que jamás se movía de allí hasta que él llegaba nuevamente. Mientras recibía unos amistosos lametones, volvió a oir al ángel: Allí tienes un bonito sacrificio. Luego salió a recibirlo su hijo, olvidando la larga espera y riendo por la vuelta de su padre. En ese instante fue que la voz, con una gran dulzura, como si, aunque invisible, el ángel hubiera estado ubicado a la diestra del devoto, susurró: …Y aquí, hermano mío … aquí tienes tu altar. Y desde el corazón de ese niño, tu Dios te observa, día a día, caminar hacia el templo, de rodillas. --

miércoles, 25 de septiembre de 2013

de Paulo Coelho

Nasrudin paseaba por el mercado cuando un hombre se le acercó. -Sé que eres un gran maestro sufí - dijo - Esta mañana mi hijo me ha pedido dinero para comprar una vaca. ¿ debo ayudarle? - Esta no es una situación de emergencia, así que aguarda una semana antes de ayudar a tu hijo. - Pero, ahora estoy en condiciones de ayudarle. ¿Qué diferencia hay entre ayudarle ahora y dentro de una semana?. - Una diferencia muy grande respondió Nasrudin - La experiencia me ha demostrado que la gente sólo aprecia las cosas cuando se les hace dudar de si conseguirán o no lo que desean. Paulo Coelho Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta. San Agustín

Osho

Un carro, un hermoso carro está ahí. Si no hubiese nadie sobre la tierra, ¿cuál sería el valor del carro? ¿Quién lo apreciaría? ¿Quién se preocuparía de él? Los pájaros ni siquiera lo mirarían, los animales ni se preocuparían. Nadie le prestaría ninguna atención -se podriría, se convertiría en chatarra. Pero cuando el hombre está ahí es valioso. ¿De dónde nace el valor? Nace de tu deseo: si lo deseas es valioso; si no lo deseas el valor desaparece. El valor no está en una cosa, está en tu deseo. (extracto de: La semilla de mostaza, Osho)

martes, 24 de septiembre de 2013

Para leer :)

Aquel hombre quiso saber a dónde llegaban las aguas de una corriente subterránea que había descubierto, de modo que echó en el agua unos polvos de fuerte tinte que llevaba, color de bermellón. Por ninguna parte salieron las aguas así coloreadas, y por eso al cabo de algún tiempo el hombre se olvidó de la cuestión. -Cierto día el hombre partió a un viaje muy largo. Fue a dar en sus andanzas al otro lado del mundo. Y una tarde, en un país remoto, cuando el hombre estaba en un lejano bosque, sentado a la vera de un pequeño manantial, las aguas de esa fuente comenzaron a salir pintadas por el color que hacía muchos años él había puesto en aquel río subterráneo. -Igual sucede con los actos nuestros. No sabemos cómo ni cuándo habrán de manifestarse, y cuáles serán sus consecuencias. Debemos cuidar por eso el color de nuestro río. FUENTE: FUENTES AGUIRRE, Armando, escritor mexicano. Publicado en la sección `Editoriales' del periódico El Norte, (www.elnorte.com), feb-01.

jueves, 18 de abril de 2013

Cuento Zen

Un joven discípulo solicitó al Maestro Iluminado el asistir en silencio a las entrevistas que éste concedía a aquellas personas que iban en busca de su consejo y sabiduría. La primera visita fue la de un hombre que preguntó: -Maestro, ¿Dios existe? -Sí -fue la lacónica respuesta. En la segunda visita una mujer también preguntó: -Señor, ¿Dios existe? -No -fue en esta oportunidad la contestación. En una tercera visita un joven interrogó: -Iluminado, ¿Dios existe? En esta ocasión, el Maestro guardó silencio, y el joven se marchó sin una respuesta a la pregunta formulada. El discípulo, desconcertado por la extraña conducta del Maestro, no pudo por menos que preguntarle: -Señor, ¿cómo puede ser que a tres preguntas iguales hayas respondido de modo diferente cada vez? -Lo primero que has de saber -contestó el Maestro- es que cada contestación va dirigida a la persona que pregunta y por tanto no es para ti ni tampoco para nadie más. y lo segundo es que he respondido de acuerdo con la realidad y no con las apariencias. En el primer caso se trataba de un hombre en el que mora la divinidad pero que ahora vive un momento de oscuridad y duda, por eso he querido apoyarlo. El segundo caso se trataba de una mujer beata apegada a las formas externas de la religión que ha descuidado a su familia por atender el templo, y por ese motivo es bueno que aprenda a encontrar a Dios entre los suyos. El tercer caso se trataba sólo de alguien que ha venido a verme por curiosidad y sencillamente ha improvisado esa pregunta como podía haber hecho cualquier otra.

De Rumí

La muerte pone fin a la angustia de la vida. Y, sin embargo, la vida tiembla ante la muerte... Así tiembla un corazón ante el amor, como si sintiera la amenaza de su fin. Porque allí donde despierta el amor, muere el Yo, el oscuro déspota. Rumí

EL CONTRABANDISTA

Nasrudin solía cruzar la frontera todos los días, con las cestas de sus asnos cargadas de paja. Como admitía ser un contrabandista cuando volvía a casa por las noches, los guardas de la frontera le registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando. Mientras tanto, la prosperidad de Nasrudin aumentaba visiblemente. Un día se retiro y fue a vivir a otro país, donde, unos años mas tarde, le encontró uno de los aduaneros. - Ahora me lo puedes decir, Nasrudin, ¿Que pasabas de contrabando, que nunca pudimos descubrirlo? - Asnos - contesto Nasrudin.

Fábula del hombre con mala suerte

En aquellos días, un hombre desorientado se encontraba frente a dos caminos y no sabía cual lo llevaría al lugar que deseaba. Una anciana que llevaba una pesada canasta, con sus vestidos algo raídos y sandalias llenas de barro, le preguntó: -Buen hombre, parece algo perdido. ¿Puedo ayudarlo? El hombre, viendo el aspecto de la mujer, pensó que la pobre no era muy indicada para asesorarlo sobre su travesía. Sin darle demasiada importancia, le dijo: -No, gracias- y empezó a caminar por el sendero que parecía más transitado. La anciana agachó la cabeza, mientras el hombre siguió caminando sin mirar hacia atrás. Ya comenzaba a caer la noche y el hombre se encontró que el camino terminaba en un acantilado del que se veía colgar un pequeño puente. Mientras se acercaba, se dió cuenta que no podría cruzar porque los maderos que aún colgaban estaban demasiado deteriorados. Entonces decidió acampar cerca del lugar para pasar la noche, ya que estaba oscuro para volver. No podía sin embargo conciliar el sueño, estaba enojado por su mala suerte. Al amanecer se dispuso a regresar y probar por el otro camino. Tenía hambre y sed, pero no encontraba ningún fruto en los árboles que le dieran sustento, mas siguió caminando. llegar a la bifurcación de los caminos, volvió a encontrarse con la anciana e intrigado comentó: -Señora, no me diga que el otro camino tampoco conduce a ningún sitio. La mujer le contestó: -Sí, buen hombre, ese camino conduce al valle de la abundancia. El hombre volvió a decir: ¡Ah! ¿Usted ya está regresando de allí?. La anciana le contestó: -Hace mucho tiempo que he regresado de allí, sólo estoy aquí cada día para ayudar a los peregrinos. La mujer sacó una manzana de su canasta y la ofreció al caminante que agradecido sonrió y saludó cortésmente. Nadie puede elegir por ti el camino pero siempre encontraremos señales que nos ayuden a tomar la mejor decisión. Anda cauto y sin prejuzgar ya que nadie se cruza en tu vida por casualidad. Karina E. González (Kar-el)

viernes, 22 de febrero de 2013

El samurai y el gato del monje

Un samurai tenía en su casa un ratón del que no llegaba a desembarazarse. Entonces adquirió un magnifico gato, robusto y valiente. Pero el ratón, más rápido, se burlaba de el. Entonces el samurái tomo otro gato, malicioso y astuto. Pero el ratón desconfió de el y no daba señales de vida mas que cuando este dormía. Un monje Zen del templo vecino presto entonces al samurái su gato: este tenía un aspecto mediocre, dormía todo el tiempo, indiferente a lo que le rodeaba. El samurai encogió los hombros, pero el monje insistió para que lo dejara en su casa para solucionar su problema, confiando en la sabiduría del monje, así lo hizo. El gato se pasaba el día durmiendo, y muy pronto, el ratón se envalentono de nuevo: pasaba y volvía a pasar por delante del gato, visiblemente indiferente. Pero un día, súbitamente, de un solo zarpazo, el gato lo atrapo. ¡Poder del cuerpo, habilidad de la técnica no son nada sin la sabiduría y vigilancia del espíritu!

De Buda

Un día cuando caminaba por una región montañosa Gahutama Buda, bajo el sol del mediodía le dijo a su discípulo Ananda: cuando atravesamos las montañas pasamos un arroyo, puedes retroceder el camino y traerme un poco de agua. Ananda deshaciendo el camino llegó al agua pero cuando estuvo allí se dio cuenta de que unas carretas acababan de atravesarlo embarrándolo todo. Las hojas muertas que antes yacían en el fondo, ahora flotaban sobre el agua y no era bebible, no podía llevársela a Buda, así que regresó, además sabía que más adelante corría otro río de aguas cristalinas. Buda le dijo: Vuelve otra vez porque cuando pasamos ese agua era pura y cristalina. Ananda protesto: Entiéndelo, entre que llegamos aquí pasaron unas carretas por el riachuelo y el agua ya no es bebible. Buda le dijo: Lo sé, ve y siéntate en la orilla, lleve el tiempo que lleve. Siéntate y no te metas en la corriente porque si te metes en ella la ensuciaras de nuevo, solo observa y no hagas nada, el barro se asentará, entonces llena mi cuenco y regresa. Ananda se sentó a esperar y esperando vio que el barro y las hojas se iban asentando despacito dejando el agua clara y pura tal cual es su naturaleza, lleno el cuenco y comprendió lo que Buda intentaba decirle. "No te metas en el río, no sigas la corriente de tu mente, espera en la orilla y observa la naturaleza de tu mente; es esa claridad cristalina, ensuciada por pensamientos y emociones pasajeros".