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jueves, 18 de abril de 2013

Cuento Zen

Un joven discípulo solicitó al Maestro Iluminado el asistir en silencio a las entrevistas que éste concedía a aquellas personas que iban en busca de su consejo y sabiduría. La primera visita fue la de un hombre que preguntó: -Maestro, ¿Dios existe? -Sí -fue la lacónica respuesta. En la segunda visita una mujer también preguntó: -Señor, ¿Dios existe? -No -fue en esta oportunidad la contestación. En una tercera visita un joven interrogó: -Iluminado, ¿Dios existe? En esta ocasión, el Maestro guardó silencio, y el joven se marchó sin una respuesta a la pregunta formulada. El discípulo, desconcertado por la extraña conducta del Maestro, no pudo por menos que preguntarle: -Señor, ¿cómo puede ser que a tres preguntas iguales hayas respondido de modo diferente cada vez? -Lo primero que has de saber -contestó el Maestro- es que cada contestación va dirigida a la persona que pregunta y por tanto no es para ti ni tampoco para nadie más. y lo segundo es que he respondido de acuerdo con la realidad y no con las apariencias. En el primer caso se trataba de un hombre en el que mora la divinidad pero que ahora vive un momento de oscuridad y duda, por eso he querido apoyarlo. El segundo caso se trataba de una mujer beata apegada a las formas externas de la religión que ha descuidado a su familia por atender el templo, y por ese motivo es bueno que aprenda a encontrar a Dios entre los suyos. El tercer caso se trataba sólo de alguien que ha venido a verme por curiosidad y sencillamente ha improvisado esa pregunta como podía haber hecho cualquier otra.

De Rumí

La muerte pone fin a la angustia de la vida. Y, sin embargo, la vida tiembla ante la muerte... Así tiembla un corazón ante el amor, como si sintiera la amenaza de su fin. Porque allí donde despierta el amor, muere el Yo, el oscuro déspota. Rumí

EL CONTRABANDISTA

Nasrudin solía cruzar la frontera todos los días, con las cestas de sus asnos cargadas de paja. Como admitía ser un contrabandista cuando volvía a casa por las noches, los guardas de la frontera le registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando. Mientras tanto, la prosperidad de Nasrudin aumentaba visiblemente. Un día se retiro y fue a vivir a otro país, donde, unos años mas tarde, le encontró uno de los aduaneros. - Ahora me lo puedes decir, Nasrudin, ¿Que pasabas de contrabando, que nunca pudimos descubrirlo? - Asnos - contesto Nasrudin.

Fábula del hombre con mala suerte

En aquellos días, un hombre desorientado se encontraba frente a dos caminos y no sabía cual lo llevaría al lugar que deseaba. Una anciana que llevaba una pesada canasta, con sus vestidos algo raídos y sandalias llenas de barro, le preguntó: -Buen hombre, parece algo perdido. ¿Puedo ayudarlo? El hombre, viendo el aspecto de la mujer, pensó que la pobre no era muy indicada para asesorarlo sobre su travesía. Sin darle demasiada importancia, le dijo: -No, gracias- y empezó a caminar por el sendero que parecía más transitado. La anciana agachó la cabeza, mientras el hombre siguió caminando sin mirar hacia atrás. Ya comenzaba a caer la noche y el hombre se encontró que el camino terminaba en un acantilado del que se veía colgar un pequeño puente. Mientras se acercaba, se dió cuenta que no podría cruzar porque los maderos que aún colgaban estaban demasiado deteriorados. Entonces decidió acampar cerca del lugar para pasar la noche, ya que estaba oscuro para volver. No podía sin embargo conciliar el sueño, estaba enojado por su mala suerte. Al amanecer se dispuso a regresar y probar por el otro camino. Tenía hambre y sed, pero no encontraba ningún fruto en los árboles que le dieran sustento, mas siguió caminando. llegar a la bifurcación de los caminos, volvió a encontrarse con la anciana e intrigado comentó: -Señora, no me diga que el otro camino tampoco conduce a ningún sitio. La mujer le contestó: -Sí, buen hombre, ese camino conduce al valle de la abundancia. El hombre volvió a decir: ¡Ah! ¿Usted ya está regresando de allí?. La anciana le contestó: -Hace mucho tiempo que he regresado de allí, sólo estoy aquí cada día para ayudar a los peregrinos. La mujer sacó una manzana de su canasta y la ofreció al caminante que agradecido sonrió y saludó cortésmente. Nadie puede elegir por ti el camino pero siempre encontraremos señales que nos ayuden a tomar la mejor decisión. Anda cauto y sin prejuzgar ya que nadie se cruza en tu vida por casualidad. Karina E. González (Kar-el)

viernes, 22 de febrero de 2013

El samurai y el gato del monje

Un samurai tenía en su casa un ratón del que no llegaba a desembarazarse. Entonces adquirió un magnifico gato, robusto y valiente. Pero el ratón, más rápido, se burlaba de el. Entonces el samurái tomo otro gato, malicioso y astuto. Pero el ratón desconfió de el y no daba señales de vida mas que cuando este dormía. Un monje Zen del templo vecino presto entonces al samurái su gato: este tenía un aspecto mediocre, dormía todo el tiempo, indiferente a lo que le rodeaba. El samurai encogió los hombros, pero el monje insistió para que lo dejara en su casa para solucionar su problema, confiando en la sabiduría del monje, así lo hizo. El gato se pasaba el día durmiendo, y muy pronto, el ratón se envalentono de nuevo: pasaba y volvía a pasar por delante del gato, visiblemente indiferente. Pero un día, súbitamente, de un solo zarpazo, el gato lo atrapo. ¡Poder del cuerpo, habilidad de la técnica no son nada sin la sabiduría y vigilancia del espíritu!

De Buda

Un día cuando caminaba por una región montañosa Gahutama Buda, bajo el sol del mediodía le dijo a su discípulo Ananda: cuando atravesamos las montañas pasamos un arroyo, puedes retroceder el camino y traerme un poco de agua. Ananda deshaciendo el camino llegó al agua pero cuando estuvo allí se dio cuenta de que unas carretas acababan de atravesarlo embarrándolo todo. Las hojas muertas que antes yacían en el fondo, ahora flotaban sobre el agua y no era bebible, no podía llevársela a Buda, así que regresó, además sabía que más adelante corría otro río de aguas cristalinas. Buda le dijo: Vuelve otra vez porque cuando pasamos ese agua era pura y cristalina. Ananda protesto: Entiéndelo, entre que llegamos aquí pasaron unas carretas por el riachuelo y el agua ya no es bebible. Buda le dijo: Lo sé, ve y siéntate en la orilla, lleve el tiempo que lleve. Siéntate y no te metas en la corriente porque si te metes en ella la ensuciaras de nuevo, solo observa y no hagas nada, el barro se asentará, entonces llena mi cuenco y regresa. Ananda se sentó a esperar y esperando vio que el barro y las hojas se iban asentando despacito dejando el agua clara y pura tal cual es su naturaleza, lleno el cuenco y comprendió lo que Buda intentaba decirle. "No te metas en el río, no sigas la corriente de tu mente, espera en la orilla y observa la naturaleza de tu mente; es esa claridad cristalina, ensuciada por pensamientos y emociones pasajeros".
"Cuando alguien se siente insatisfecho, desgraciado, tiende a atribuir este malestar a una carencia y espera que un ser, o un objeto, venga a colmarlo. Pero la solución no está ahí. La solución está en que él mismo se decida a dar algo a los demás, a ayudarlos, apoyarlos, consolarlos, o incluso participar en sus actividades. A partir de este momento, una nueva vida empieza a circular en él, ya no tiene necesidad de nada, está colmado. Ha comprendido que, cuando se intenta aportar algo de bueno ya se recibe. Mientras que aquél que no aporta nada, incluso si se le da alguna cosa, no recibe nada. La vida se basa en los intercambios: recibir y dar; dar para recibir. Si no hay intercambios, no hay vida." Omraam Mikhaël Aïvanhov

jueves, 7 de febrero de 2013

de (Ramana Maharshi)

La Felicidad no es algo que haya de ser obtenido. Por otra parte, usted es siempre Felicidad. Este deseo nace de la sensación de insatisfacción. En el sueño profundo usted era feliz, ahora no lo es. -¿Qué se ha interpuesto entre esa Felicidad y esta no-felicidad? Es el ego. Busque su fuente y encuentre que usted es la Felicidad. (Ramana Maharshi)

EL CANTO DE LA GRULLA !

Umana era un ser angelical, cantaba como los dioses santos, las plegarias todos los días. Ananda como ustedes saben, era el discípulo amado de Buda, sin embargo, aunque luchaba no podía eliminar los celos de su corazón, y cuanta vez podía, luchaba contra todo y contra todos, por lucirse ante el maestro. Un día que Umana cantaba las plegarias, Ananda que no precisamente cantaba muy bien, quiso acompañarle en su cántico, y se adelantaba a Umana, lo cual a los monjes les parecía que era el colmo de la competencia. Un dìa, queriendo MADSYA el maestro de turno, darle una lección, sin que Ananda lo notara, invitó a Buda a escuchar el canto de Umana, sabiendo que Ananda estaría también presente. Cuando Umana comenzó a cantar, Ananda comenzó a cantar como siempre, no atinando a las notas, y apresurado e inquieto. Madsya contemplaba en silencio el rostro del Buda, quien cerrando los ojos juntó devotamente sus manos, y guardó silencio. Al finalizar el canto y terminar las plegarias, tanto Madsya como Buda intercambiaron palabras: Maestro, què os ha parecido el canto de nuestro ángel Umana? Habéis oído cómo Ananda interrumpía el canto bello con sus berridos? A lo que Buda le contestó: No hay duda , querido hermano que el canto de Umana es ciertamente muy hermoso, pero más hermoso fue aún el canto de la lejana grulla que en su nido alimentaba a sus polluelos. Ese canto sí que envolvió mi corazón.... y que tu no pudiste escuchar porque estabas perdiendo el tiempo escuchando a Ananda......!

martes, 18 de septiembre de 2012

Mahatma ...

"No puede terminarse con la explotación del pobre por medio de la destrucción de unos cuantos millonarios, sino eliminando la ignorancia del pobre y enseñandole a no cooperar con sus explotadores" Mahatma Ghandi